Lo mismo te canta un bolero, que una copla, que el rock and roll en la plaza del pueblo. Igual te cuenta un chiste de médicos que uno de políticos. Mientras cocina, igual te habla de filosofía, que de fútbol, que de política. Lo mismo te hace una tortilla que un arroz al horno.
Y lo mismo le da que le da lo mismo, porque Karlos Arguiñano disfruta con todo lo que hace, y para darse cuenta de ello no hay más que mirarle a los ojos y ver el semblante de felicidad que sólo dan los años y la armonía de una vida plena y alegre.
Queridas amigas, queridos amigos y queridas familias, hoy quiero hablaros de un hombre maravilloso que sabe sacar la alegría de una huerta perdida en el País Vasco y servírnosla al resto del mundo en suculentos platos llenos de sabores, aromas y, sobre todo, cariño. Va por tí Karlos, con mucho fundamento y una ramita de perejil.
Karlos Arguiñano lleva saliendo en la tele más tiempo del que yo tengo con uso de razón. Desde que era pequeño ya me llamó la atención su barba cerrada y su grave tono de voz, además de la forma alegre y amena con la que explicaba las recetas y hacía llevadera la sobremesa de todos los hogares. Hogares que al principio fueron los vascos (ETB) luego los de toda España (TVE1), luego los argentinos (Canal 13) y gracias a Internet luego los hogares de todo el mundo. Actualmente lo podemos seguir disfrutando todos los días en las sobremesas de Telecinco.
Arguiñano es un tipo con un talento especial curtido a base de años entre fogones y cámaras. Siempre me ha llamado la atención la forma que tiene de pelar, trocear y preparar toda clase de alimentos mientras mira a la cámara y habla como si estuviera en tu propia casa, charlando contigo de forma amable y sincera como lo hace cualquier abuelito humilde en cualquier recóndito pueblecito de la geografía española.
Con toda la serenidad del mundo, puede pelar tres zanahorias, picar en juliana dos cebollas y trocearte un rape mientras mira a cámara y te comenta una curiosa anécdota de las trescientas mil que ha vivido. Cuando ha acabado con la anécdota, se ríe de forma campechana y cuando te quieres dar cuenta ya está tapando la olla donde lo ha metido todo mientras te dice «pues esto lo dejamos hervir media horita y tenemos un caldo excepcional, ¿eh? Rico rico y barato barato».
Pero no todo es cocina en la cocina de Arguiñano. Como ya he dicho, es muy dado a hablar, a cantar, a comentar con alegría o seriedad dependiendo del caso que le ocupe en ese momento. Ver el programa de Arguiñano es lo más parecido a estar con tu abuela mientras hace la comida para toda la familia y te cuenta su vida, te da consejos y te mima el estómago, el corazón y el alma.
Cuando cocina, él es como es, ahí no hay actuación ninguna. Intenta, obviamente, no meterse en berenjenales con sus opiniones, ya que sabe que le está viendo todo el mundo, pero da su opinión acerca de todo lo que se le pasa por la cabeza. Y lo hace con respeto y con humildad, como tendrían que hablar todas las personas.
Quien piense que el programa de Karlos es sólo de cocina se equivoca, ya que ese espacio temporal de la sobremesa es como los pequeños ultramarinos de pueblo, donde te venden las lentejas, las compresas y si te hace falta, tienes en la estantería de la derecha pilas para el mando a distancia. El programa de Karlos es un oasis de paz donde cada uno va a hacer lo que necesita: Unos van a aprender cocina, otros a desestresarse, a reírse, a pasar el rato o incluso a aprender un poco de la vida. Karlos Arguiñano, en pocas palabras, es un showman total, pero a diferencia de la mayoría de showmans, tras bastidores es incluso mejor de lo que enseña por cámara. Y ésta es la gran diferencia entre Arguiñano y el resto de hombres de la televisión.
He visto los programas de Karlos Arguiñano desde que era bien pequeño, pero su esencia he tardado muchos años en captarla. Al principio lo veía como la mayoría de la gente, como un programa de cocina con un viejo chocho que habla demasiado e intenta constantemente hacerse el gracioso. No obstante, con el paso del tiempo y con ciertas circunstancias personales que he pasado, aprendí a disfrutarlo y a valorarlo como mucho más que un simple programa en el que te enseñan a cocinar. Me explico:
Hace un tiempo, yo trabajaba en una gestoría. Mi trabajo consistía en salir de buena mañana con el coche y visitar Registros de la Propiedad y notarías de multitud de pueblos. Por la tarde iba a la oficina e introducía todo el trabajo de la mañana en las bases de datos de la empresa. Yo tiendo a ser una persona más bien tranquila, alejada de ruidos, alborotos y prisas, y ese era un trabajo horriblemente estresante. En pocas palabras, podríamos decir que para alguien como yo, ese trabajo era un auténtico infierno. Y aguanté. Y aguanté durante mucho más tiempo del que yo mismo me creía capaz. Hubieron muchas cosas que me hicieron aguantar, pero aunque parezca estúpido, el programa de Karlos Arguiñano fue una de esas cosas.
A mediodía, llegaba a casa exhausto. Estresado por las prisas y por jugarme un día más la vida en la carretera, una de las cosas que me daba fuerzas para seguir adelante y terminar aquella jornada era el programa de Karlos. Ese «kit-kat» de paz, armonía y buen humor me relajaba y me recargaba las pilas para continuar la batalla de un trabajo que me estaba consumiendo por dentro. Ha habido días en los que he llegado a casa tardísimo y sin tiempo para comerme nada más que una bronca de mis jefes y una dosis de impotencia, y gracias a ver 10 minutos el programa de Arguiñano he podido seguir en la batalla con la mente más o menos lúcida. He llegado a llorar viendo su programa porque era lo único bueno y tranquilo que me iba a pasar ese día.
Pienso en la cantidad de personas que hay a las que Karlos Arguiñano habrá ayudado a sobrellevar el duro día a día y no puedo sino escribir estas líneas para agradecérselo, porque cocineros hay muchos pero Karlos Arguiñano hay y sólo habrá uno.
Yo doy gracias de poder seguir disfrutándolo en vida, y por muchos años. Y no me queda sino para despedirme algunos de sus highlights, su entrevista con Buenafuente y un gran ¡¡¡Tuis, tuis!!!
Gracias maestro.
Edito: El amigo Muy Relativo me aporta un documento del que no tenía constancia acerca de la buena fe y humanidad de este gran hombre. Podéis leerlo pinchando aquí.
Postdata:
Este es un homenaje a Karlos Arguiñano por su programa , su trayectoria profesional y lo que ha representado para mí. Quien quiera polemizar sobre política o terrorismo, que use otros foros o acuda a la Justicia, este post no se ha hecho para tal cosa. Os ruego seáis totalmente respetuosos.