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El Ché y Gandhi: Héroes viajeros, tan distintos y tan parecidos

Cuando la vida no nos sonríe, cuando algo va mal y nos sentimos atenazados, casi siempre se lo contamos a alguien. Parece que por defecto tenemos la necesidad de hablar de las cosas que nos sudece. Necesitamos comunicarnos.

Y, ¿qué solemos hacer? Hablar con algún amigo o familiar, desahogarnos en los oídos de alguien, esperando obtener alivio y esperanza. Y para ello hay frases de todo tipo.

Cuando te sientes mal siempre hay en el fondo de nuestra conciencia frases, consejos que nos ayudan a salir de ese bache. Pueden ser frases de todo tipo, y dichas por el más variopinto abanico de personas y personajes. A tí te ayudan. Y yo también tengo las mías, una de las cuales escuché de pequeño en un programa de radio, y me ha ayudado siempre a comprender el mundo cuando el mundo para mí se convertía en incomprensible. Aquel locutor dijo «Si hay algo por encima de cualquier ideal, en lo que todas las personas del mundo estamos de acuerdo, eso es que queremos que la vida nos vaya sobre ruedas», y teniendo claro eso, poniendote en el lugar de quien tienes enfrente, todo adquiere mucho más sentido.

Tú, a tu manera, y quien quiera que esté a tu lado, a la suya, los dos queréis ser felices. E incluso me atrevería a decir que a tí te gustaría que quien está a tu lado también sea feliz. A todos nos gustaría un mundo mejor y más justo.

Pues ahí está la clave de las dos personas de las que os quiero hablar. Dos iconos del siglo XX que, a su manera, hicieron historia persiguiendo ideales similares de dos formas muy distintas. Los dos querían ser felices y querían lo que ellos creían un mundo mejor. Ellos eran tan distintos pero tan parecidos como podríamos serlo tú y yo.

Ernesto «Ché» Guevara y Mohandas Gandhi

Mucho se ha escrito acerca de estos dos estandartes políticos, por así decirlo, del este siglo veinte que dejamos atrás. Sin entrar a valorar positiva o negativamente de qué manera entraron en la historia, mucho se puede decir acerca de cómo y por qué Mohandas Gandhi y Ernesto Guevara pasaron al conocimiento de todos nosotros, desde entonces y para siempre.

Tanto Ghandi como el Ché creían en la insumisión ante la constante opresión extranjera. Fueron iconos de la lucha contra la injusticia. Pero actuaron de dos formas muy distintas, en dos lugares lejanos y con enemigos diferentes.

El Ché fue uno de los comandantes líderes de la llamada «revolución cubana«. Combatía a muerte a sus enemigos porque, como él dijo, «nunca se cortó una espiga con cariño». Aunque su vocación siempre fue sanitaria y humanitaria, acabó yendo a defender sus ideales donde él lo consideró más necesario, en primera línea de batalla. Tras derrocar al Gobierno de Cuba y consolidar «la Revolución», llegó a ser Ministro de Industria cubano, donde tampoco se conformó con un papel pasivo y estuvo literalmente «trabajando» durante cortas épocas en diferentes sectores de la industria cubana para así solidarizarse con la clase obrera, comprendiendo lo que realmente sentían.

Ante todo, el Ché siempre dejó claro que la solidaridad con tus semejantes no debía tener límites. Nunca se conformó con estar a la sombra y así fue que acabó volviendo a coger el fusil. Esta vez por solidaridad con la situación guerrillera en territorio boliviano. Allí fue capturado y ejecutado a los 39 años.

Radicalmente distinto es el caso de Gandhi. Su forma de insumisión ante el poder de Gran Bretaña en la India estaba basada en dos cosas: la no-violencia y la no-cooperación. Y pese a no desearlo, la batalla «no violenta» que enfrentó al pueblo de la India (liderado por Gandhi) contra el imperio británico está inundada por rios de sangre.

Por ello Mahatma sufría, y decidió estar en huelga de hambre hasta que cesaran las revueltas, hasta que ningún hijo de la India levantara la mano contra nadie. Y lo consiguió. Lo que no pudo conseguir fue que hindús y musulmanes convivieran en una gran y única India, y como consecuencia de ello hoy conocemos el país musulmán de Pakistán. Precisamente fruto de este enfrentamiento entre hindús y musulmanes, Gandhi acabó asesinado por un extremtremista hindú a los 78 años de edad.

Las dos personas de las que os hablo creían en principios que podríamos considerar parecidos, pero actuaron de forma muy distinta. Y aunque en sus historias haya también muchas críticas e incluso quien los tilda de malas personas, yo me niego a creerlo. No creo que ninguno de los dos fuera malo. Querían ser felices, y querían un mundo mejor. A su manera. Pero así como hay cosas que los convierten en dos personajes de difícil comparación, hay un hecho que los devuelve a lo terrenal. Que los convierte en alguien como tú y como yo. Y me explicaré.

La imagen que queda de ambos está ligada frecuentemente a la pobreza, al desaliño. Casi podríamos decir que ambos vivieron gran parte de su vida rodeados de miseria. Pero ninguno de los dos nació así. Ellos tenían una vida cómoda, tan cómoda como la tuya y la mía, aquí frente al ordenador leyendo divagaciones.

Mohandas Gandhi era un acomodado abogado que había estudiado Derecho en Inglaterra, y Ernesto Guevara vivía sin apuros en Argentina, donde cursaba la carrera de Medicina.Pero algo cambió sus vidas, y ahí viene donde el título del post adquiere total sentido. Dos héroes viajeros. Un viaje cambió para siempre el devenir de sus historias, y de alguna manera, la historia de todos nosotros.

A Mohandas le cambió la vida para siempre en un viaje a Sudáfrica, donde comprobó las condiciones en las que vivían los indios allí residentes, así como los negros nativos, oprimidos por la raza blanca. Vivió algo que no le habían contado, y su conciencia le impedía seguir con la comodidad de la que gozó hasta entonces, cuando sus semejantes eran tratados con el más absoluto desprecio. Esto le llevó a luchar por los derechos de los ciudadanos de la India, su país natal.

Ernesto estaba terminando su carrera de Medicina cuando decidió salir de vacaciones con un amigo a recorrer mundo, sin más. Y se fue en motocicleta por América Latina. Cuando regresó a Buenos Aires, ya no era el mismo Ernesto. Su historia ya no iba a estar más ligada al entorno en el que se crió. Por Sudamérica tuvo ocasión de comprobar que su sitio no estaba trabajando en una clínica de barrio ó en un hospital. La vida le dijo que él tenía que hacer otra cosa.

Nunca se sabe donde puede estar el sitio donde nos podamos sentir completamente realizados como personas. Al menos nunca se sabe hasta que se sabe. Ernesto y Mohandas encontraron su camino, y su «felicidad» así.

No dejes de viajar, porque tal vez no hagas historia como ellos, pero sí puedes escribir la historia de tu vida.

Y si después de conocer mundo decides que tu sitio es donde siempre has estado, ¡que te quiten lo bailao si se atreven!

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Atrévete a llorar

Lo primero que hacemos al nacer es llorar, y puede que esa sea la única vez en la vida en la que, obviando agresiones físicas o psicológicas, alguien nos invite a ello. Que algo bueno salga de un lloro.

No está bien visto, en general. Si, por el motivo que sea, a una persona le viene el picorcillo en la punta de la nariz y percibe que en breve va a romper a llorar delante de gente, es muy probable que se recoja en sí mismo e intente hacer del acto del lloro algo imperceptible para los demás, que se tape recogiéndose de hombros y llevándose las manos a la cara de la manera más discreta posible. ¿Tan malo será llorar, que impedimos que nos vean hacerlo?

Quizás esté en nuestros genes el hecho de no querer mostrarnos débiles. Los animales en sus actos de lucha y cortejo tratan continuamente de aparentar lo que no son. Fuertes y atractivos. Descartados están para la perpetuación de la especie los débiles y desaliñados.

¿Selección natural? Sí, vale, queremos emparentarnos y sentimos simpatía hacia los del más alto escalafón, porque de esa manera nuestros descendientes serán mejores que nosotros. Vale, aceptamos barco…

Pero todo esto vale para un gorila, un león o el gato gordinflón al que alimento y sirvo en mi casa, pero… ¿para los humanos? ¿Para un género que ha descubierto la teoría de la relaitvidad, que ha desenmascarado los secretos de algo tan complejo como secuencias de ADN o que ha teorizado sobre algo tan surrealistamente maravilloso como el espacio-tiempo?

Un momento. Me olvido de algo. El género humano también es capaz de lapidar y cortarle el clítoris a las mujeres, dejar morir de hambre y enfermedad a la gente o sencillamente asesinar a personas. Privar deliberada y premeditadamente a alguien de su vida. Hacer que deje de existir.

No, no nos diferenciamos tanto del gorila, del león o del gato gordinflón. Incluso diría que éstos tienen más «calidad humana» que muchos de nosotros, los humanos.

Han existido personas tan crueles como Calígula, Hitler o Pinochet. Pero es que también ha habido otras como Gandhi, Bob Marley o la Madre Teresa de Calcuta.

No, no puedo, me niego a creer que todo está perdido. Tengo que creer en el ser humano. Para bien y para mal ha demostrado ser realmente extraordinario.

Por eso precisamente te animo a llorar. No todo está perdido y es posible que si necesitas llorar y lo haces delante de gente, no te sientas débil, porque no eres débil. Incluso puede que ni siquiera los que te ven llorar te consideren débil. Débil es quien vive con miedo, tratando de proyectar una imagen irreal de sí mismo, para que le consideren fuerte y atractivo, y así conseguir amigos y parejas igual de débiles que él.

Si eres alguien sensible y de vez en cuando lloras, ábrete a los demás.

Eso sí, puestos a soltar la lagrimona fácil, no olvides una cosa: llorar no tiene por qué ser algo triste, también se puede llorar de alegría.