En el sentido estrictamente fisiológico, se entiende que la vida es la característica que nos distingue a los seres animados de los inanimados. Humanos, animales, plantas, insectos, bacterias y diferentes formas orgánicas se diferencian de cosas materiales como las rocas, los metales, los gases o el plásticco porque los primeros poseen vida propia y los segundos no.
Podría decirse que algo posee vida cuando tiene las características de poder nacer, crecer, reproducirse, morir e incluso evolucionar, pero la vida tiene muchas acepciones y muchas explicaciones, sobre todo en lo que a las personas se refiere.
Sobre lo que es la vida y su sentido desde el punto de vista humano, nos podríamos tirar vidas enteras debatiendo, y precisamente por eso puede ser un debate más inútil que útil. Cabe tomarlo en consideración en su justa medida y dedicarle una cantidad de tiempo que consideremos oportuna.
Para muchos, la vida es sufrimiento y desgracia, y para comprobarlo no tienes más que hacer un viaje y convivir con gente que realmente ha tenido la desgracia de nacer en sitios maltratados por la pobreza, la guerra o el hambre.
Para otros, la vida es una prueba a la que nos somete Dios, y en el transcurso de la cual nos ganaremos o no el derecho a vivir eternamente en un paraíso rodeados de la mayor de las felicidades. Es uno de los dogmas más extendidos entre la religión cristiana.
Hay para quien la vida, sin embargo, es sólo una reencarnación más. Dicho de otro modo, la vida no es «la vida», sino «una de las vidas» terrenales que nuestra esencia vital va a experimentar hasta que alcancemos nuestro estado de perfección espiritual. De esta forma piensan algunas creencias hindúes, budistas o taoístas.
Existe quien piensa que la vida es una maravilla, una gran suerte. Gente que no se come la cabeza por nada que para ellos no merezca la pena y que se limita a vivir y a sentir intensamente todo el tiempo que le sea posible. Son aquellos con una visión de la vida más hedonista.
Muchos creen que la vida es una constante selección natural, donde permanecen los más fuertes o los que mejor se han sabido adaptar a las condiciones cambiantes del planeta, de las distintas civilizaciones y de las sociedades a lo largo de la historia. Es el punto de vista de las personas que inciden en la importancia del papel que la genética ha tenido en la evolución de los seres vivos.
Hay para quien la vida es un aburrimiento. Taaaanto tiempo y tan poco divertido que hacer. Todo es un coñazo: las noticias, los periódicos, la política… lo verdaderamente divertido cuesta mucho dinero así que trabajan para eso, para divertirse saliendo de fiesta, jugando a la consola o yendo de compras. De esta forma piensa gran parte de la sociedad (sobre todo jóvenes) de los países que poseen una alta calidad de vida.
Para otros, la vida es pura química, una gran casualidad, en la que estamos de paso y por eso mismo podemos esfumarnos en un suspiro. Creen que la vida la componen unos organismos (seres vivos) que contienen información hereditaria en unos ácidos nucleicos controladores del metabolismo a través de las enzimas, unas proteínas que catalizan o inhiben las diferentes reacciones biológicas. Su visión de la vida es efímera, volátil, caótica y muy pragmática. A grandes rasgos, es el modo en el que la vida es analizada y explicada por la ciencia.
También existe quien piensa que la vida es una gran mierda, donde se muere la gente buena y sobreviven los cabrones que se han enriquecido a costa de los humildes. Piensan que el mundo está controlado por unas pocas multinacionales, en cuyas manos comen los gobiernos de los países industrializados. Creen que la vida es una experiencia que, cuanto más tiempo pasa, menos vale la pena vivir. De esta manera piensan muchas personas desengañadas, pesimistas o conspiranoicas.
Tal vez la vida no sea ninguna de esas cosas en concreto y sea todas ellas a la vez, e incluso algunas cosas más. Existe un amplio catálogo de creencias y cada cual puede escoger la o las que más se identifiquen con su forma de ver el mundo. No son vinculantes entre ellas, y a no ser que se contradigan unas con otras, podrás elegir uno o varios puntos de vista de cada forma de pensar existente en el mundo, y mezclarlos como más te guste para conseguir el color con el que pintarás el cristal a través del cual verás el mundo. Esa será tu verdad y tu mentira acerca de lo que es la vida.
Lo que sí parece claro es que la vida es un regalo. Y digo «regalo» porque es algo que se nos ha otorgado sin comerlo ni beberlo, sin haber dado nada a cambio y sin pedirlo de modo alguno. Una cosa con la que de repente nos hemos topado y que tenemos la ocasión de disfrutar.
Aunque, pensándolo, tal vez la vida pudiera no ser un regalo sino un préstamo. Algo que también se nos ha otorgado pero que, a diferencia del gratuito regalo, tenemos que devolverlo con el paso del tiempo a través de gestos, de actos. Imagínate:
Un préstamo para vivir 70 años con un interés al 4,5% amor referenciado al tipo general de los humanos, la felicidad. Has de devolver el préstamo vital en cómodos plazos, de los que por una parte pagarás capital y por la otra intereses.
Es decir, por una parte tienes tu vida para vivirla para tí y por otra vas devolviendo el préstamo en cómodos plazos de amor y felicidad al resto del planeta. Así cualquiera se hipotecaría, ¿no?
Desde que el hombre tiene uso de razón se ha hecho siempre las mismas preguntas ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? ¿qué es el punto g?
Y con el paso de las generaciones nadie ha podido dar una respuesta definitiva a todas estas cuestiones.
Las religiones han dado respuestas dogmáticas que no se pueden rebatir aunque carezcan de lógica y de sentido común. La filosofía nos ha orientado pero a la vez nos ha hecho preguntarnos más cosas, causando más incertidumbre. Ni siquiera lo más fiable y pragmático, la ciencia, ha podido dar respuestas irrefutables a los más profundos misterios de la existencia y su sentido.
El sentido de la vida nunca nos ha sido revelado porque tal vez la vida no tenga ningún sentido que haya que seguir al pie de la letra. Y no conviene demasiado fiarse de quien te diga «la vida es esto, esto y esto, y no hay más que hablar».
Que cada cual considere la vida como crea conveniente, que le busque su propio sentido y que, en armonía con los demás, la viva conforme a sus leyes, viviendo y, sobre todo, dejando vivir. Porque decimos, decimos, decimos… y muchas veces no sabemos ni lo que decimos.