«Lo que siempre estuvo ahí», por Frank

Recuerdo el día que tuve la epifanía acerca del significado de la vida. No estaba sólo, y en ese momento entendí que nunca lo había estado. Fue una revelación completa que atravesó mi pensamiento. Sabía que había estado muerto y la noche después de haber escapado de esa cárcel, tan sólo quería llorar.

Lloraba porque me di cuenta de que los demás no sabían eso, y sobre todo porque descubrí que a los demás no les interesaba nada de eso. Hoy, por fin, puedo descansar de la ansiedad y desesperación que me ataban al mundo. Respecto a la gente que, como yo estuve, está perdida en un estado de coma; no puedo hacer por ellos más de lo que me pidan. Cada uno tiene sus tiempos, y cada cual sus formas.

Después de lo que pasó, cuando todo ha cobrado el sentido que a día de hoy parece debe ser pero sabiendo que nunca se sabe lo suficiente y teniendo en cuenta que va a cambiar, puedo decir que, con todo aquél que habla «ese» mismo idioma… tenemos algo en común.

El despertar en la vida. El nacimiento espiritual. Entender cada momento como una oportunidad. Saber que todo es un milagro. Ser consciente de que aun no teniendo nada, se tiene todo. Fijarse en el espíritu y no en los huesos. Comprender que renunciar no necesariamente significa sufrir; y que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

He aprendido que he vivido, vivo y viviré en una sucesión interminable de errores que al final acabarán formando algo bueno. Que cuando nacemos somos como una masa de barro a la que los golpes de la vida van moldeando. Que los logros no se miden por lo que se es capaz de conseguir, sino por lo que se es capaz de renunciar. Que el primer paso en todo siempre es un acto de fe. Que iré donde quiera, como pueda y podré porque quiero. Que hay que disfrutar como si todas las veces fuesen la primera. Que la rendición es sin duda la respuesta correcta en ciertas circunstancias. Que la vida no sólo consiste en encontrarse a uno mismo, también hay que encontrar a los demás. Que es posible encontrar diamantes entre tanto carbón. Que hay que recoger palomas caídas. Que la risa se contagia más rápido que la gripe: soltemos el virus. Que no hay ningún acto fallido, ni gratuito, todo es perfecto en sí mismo. Que, ¿para qué quieres que los demás te admiren por algo que realmente tú no valoras? Que el amor cura y que es como el aire, cuando lo tienes no le prestas atención, pero cuando te falta, empiezas a ahogarte. Que equivocarse es bueno, pero vivir en un error no. Que la cabeza y el corazón tienen que ir siempre juntos. Siempre. Que si las coincidencias importan, todo cambia. Que la música es el lenguaje del alma. Que no es lo mismo rendirse que conformarse. Que Tú brillas. Que tal como vienes te tienes que ir: limpio.

Animo a cualquiera… a cualquiera ahí fuera que alguna vez haya tenido una idea, un pensamiento sobre algo que le gustase realizar pero sabe que le va a pedir el mejor de sus esfuerzos, la mayor parte de su concentración y todo lo que tiene en su interior con la finalidad de llegar allí y hacer que eso ocurra. En tu alma han hecho millones de agujeros, pero nunca dejas que los vean. Sólo pide, y recibirás.

Porque entramos en este juego, basado en un código extraño el cual hace que los humanos no seamos tratados por igual, pero todos somos ganado. Para eso venimos, somos jueces, somos ayudantes.

Y lo que has olvidado…  porque sé que si te arriesgas a la esperanza, que si te atreves a intentar construir las piezas de tu vida encontrarás las cosas que tanto aprecias, las cosas que tuviste tan cerca y que nunca conociste. Si lo haces, ya nunca tendrás necesidad.

Sé valiente, vivirás para siempre.

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6 comentarios en “«Lo que siempre estuvo ahí», por Frank”

  1. No se quien mierda seras Frank, pero te felicito por el texto. Una autentica belleza que será difícil de olvidar.
    Saludos desde el sur del sur.

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