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Un partidito de Filosofía

La Filosofía, conocida etimológicamente como amor a la sabiduría, es un concepto muy relativo. Partiendo de ese punto,  todos podemos ser filósofos, ya que todo aquel que ame la sabiduría y que busque el conocimiento activamente puede considerarse a sí mismo un filósofo, o aprendiz de sabio.

Todo filósofo, aprendiz de sabio o persona a la que guste la filosofía (poned la etiqueta que más os guste) soñaría con ver a todos sus grandes ídolos juntos. Exactamente igual que un amante de la lectura, de la pintura o de cualquier otra actividad. La experiencia al ver a los grandes genios de una disciplina unidos podría llegar a ser orgásmica. Lo que pasa es que, como personas que son, a lo mejor al verlos a todos juntos nos podríamos llevar una gran sorpresa.

Quedamos a las 6 en casa de Platón

En el desvarío absoluto en el que va camino de convertirse esta entrada de blog, se me ocurre imaginar qué pasaría si los grandes estandartes de la Filosofía quedaran un día para echar la tarde. Lo que podríamos encontrarnos allí sería «no apto para cuerdos».

Imaginémonos (puestos ya a imaginar) que quedan en la casa de uno de ellos, de Platón, por ejemplo. El primero en llegar es su discípulo Aristóteles. Ambos comienzan una interesantísima discusión acerca de las ideas, defendiendo tenazmente sus puntos de vista hacia la materia y la razón. Platón insiste con vehemencia en que lo único real son las ideas, mientras que Aristóteles es más de pensar que esas ideas o conceptos sólo tienen valor en la medida en que se hayan relacionados con objetos materiales (ya se sabe, la típica charla sobre filosofía…). Poco después llega Sócrates, al cual ambos filósofos recurren para que les ilumine con su ecuánime punto de vista, pero Sócrates se hace el loco y pasa de los dos.

Más tarde llegarían el resto de citados. Kant y Schopenhauer han venido juntos manteniendo una romántica charla acerca del criticismo. Ante el jaleo que tienen montado en el salón Platón y Aristóteles, Sócrates se decide a ser él quien les abra la puerta. Justo en el momento de abrirla, escucha calumnias muy graves de Schopenhauer hacia Hegel (maldito hijo de perra, en concreto). Arthur intenta disimular, pero Sócrates lo ha oído todo. De todas formas, no tiene por qué preocuparse, a Sócrates todo esto se la suda.

Los filósofos van arribando y cada vez la pequeña choza de Platón está más llena. Con tanta discusión en voz alta ya es difícil distinguir bien una conversación de otra. Ya han llegado Epicuro, Leibniz, Heráclito y Jaspers, están todos. Bueno, todos no, faltaba Nietzsche, que es el último en llegar, con una mala cara visible y blasfemando del puto tráfico que había. No se disculpa por llegar tarde.

Así pues que nos encontramos con una casa llena de filósofos, casi sin cervezas en la nevera y con el ambiente ya bastante cargado. La verdad es que se sienten algo cansados de tanto discutir sin llegar a ninguna conclusión que satisfaga a todos.

Además hace un día maravilloso y en la casa no huele demasiado bien con tanto sobaco antiguo sudando. De pronto, uno de ellos lanza una propuesta para una tarde primaveral como la que hoy luce. «¿Y si nos echamos un partidito?». Todos los allí presentes callan en un silencio que se hace sepulcral. De repente, la maravillosa reunión de filósofos se va a la mierda. ¡El último que toque el larguero se pone!

Curiosidades, Deporte, Ralladuras, Recuerdos

El último guerrero vuelve al ring

No sé si os pasará a vosotros, pero yo tengo un especial apego y cariñoso recuerdo de casi todo lo que en mi vida ha acontecido. No hace falta si quiera que me haya ocurrio algo bueno. Recuerdo mi pasado casi siempre con buenos ojos. Me gusta como ha sido mi vida en su gran mayoría. Me gustan la mayor parte de los momentos que han pasado hasta el mismo día de hoy, y los recuerdo con cariño. Y claro, si recuerdo con cariño hasta las cosas malas que me han sucedido, ¿cómo evitar que se me mojen los ojitos al recordar algunas de las mejores? De una de esas cosas voy a hablar hoy, del ÚLTIMO GUERRERO.

Antes de empezar quiero dejar bien claro que voy a hablar del personaje del Último Guerrero (lo cual es una mala traducción de su nombre original, Ultimate Warrior, que significa «gerrero definitivo»). Digo esto porque Jim Hellwing (la persona que hay detrás del luchador) es alguien muy controvertido, con unas ideas muy particulares, con las que no estoy nada de acuerdo.

Y ahora ya os voy a poner en situación. Yo soy un chico de 24 años, que, como otros muchísimos, se enganchó al «pressing catch» a principios de los 90, gracias a Telecinco. Era de esos miles de niños que madrugaban los findes para ver su dosis de Humor Amarillo, seguido de la lucha libre. No hablaré de cosas como Dragon Ball, Arale, Chicho Terremoto y similares porque no quiero ponerme tontorrón…

Pero había dos cosas que me volvían loco. No hablo de una expresiónm, de una frase hecha. Hablo de un cambio radical que ocurría en mí comportamiento cuando se daban dos circunstancias.

La primera era que yo viera una película de Bruce Lee, o en su defecto, una «de chinos». Acto seguido me convertía en uno de esos personajes asiáticos eléctricos que intentaba agredir ficticiamente a cualquiera que se me pusiera por delante. Saltos, piruetas, poses karatekas (acompañadas de su grito de turno) y patadas imposibles  que solían acabar con una riña por parte de mi familia o conmigo por el suelo, víctima de una insuperable fe en mis posibilidades.

La segunda era ver al Último Guerrero. El carisma que desprendía ese personaje desbordaba por completo mi sistema nervioso y me transformaba en una especie de «homo ultimoguerrerus» de 7 años que se creía capaz de darle una paliza a su hermana 5 años mayor que él, cuando ésta le recriminaba su actitud al grito de «¡No se callará el niño este de los cojones, no…!» Cabe recordar que el hecho de que te saquen 5 años cuando tú tienes 7 es como comparar la «Coca-cola» con la «Siti», la «Prunky burbujas» o cualquier otro pseudo-refresco de 30 céntimos el litro, por lo que yo de nuevo acababa en el suelo, pero esta vez no era por hacer una patada demasiado alta para mis posibilidades físicas, sino que era fruto de las ondanadas de ostias que yo recibía cuando me ponía frente a mi hermana y le gritaba mientras intentaba intimidarla con una pose parecida a esta.

Y es que este personaje es especial. Nadie entraba con esa velocidad y fuerza al ring, muy pocos hacían gritar de esa manera a la gente. Y, sobre todo, nadie podía ni ha podido igualar nunca algo tan carismático como «el baile de San Vito». Héctor del Mar, comentarista del pressing catch de Telecinco (y ahora de Cuatro) bautizó de esa manera el «tembleque» tan característico que le entraba al Warrior y que le hacía invulnerable a los golpes que sus adversarios le propinaban. Era un tío que respiraba energía por todos sus poros. La definición de un auténtico héroe.

Pues resulta que dejaron de emitir lucha libre en Telecinco, la vida continuó y yo me olvidé del Ultimate Warrior. Con el paso del tiempo, el «reconcome» de saber qué sería de él me incitó a navegar por la Red en 2002 (cuando tuve internet por primera vez). Ahí fue cuando me enteré de todo. De todo lo malo, vamos. Jim Hellwing había tenido problemas con mucha gente (sobre todo con el dueño de WWE, Vince McMahon) y el personaje del Último Guerrero se fue «muriendo» poco a poco, hasta que desapareció por completo en 1998, después de juiciós, despidos, escándalos y toda la pesca. Uno de los mejores personajes que jamás ha dado la lucha libre tuvo un final impropio de una estrella. Una carrera que podía haber  sido tan larga como la de Ric Flair o El Enterrador (aún están en el candelero hoy en día) terminó de forma casi degradante, con historias ridículas y luchas patéticas. Ente McMahon (su ex-jefe, que se encargó de destrozar la imagen del Warrior), y él mismo mataron a un personaje que podría haber sido una leyenda.

Pero una cosa hizo bien Jim Hellwing. Nunca quiso rebajarse a volver a luchar a cualquier precio. Era consciente de que la leyenda del Warrior había calado en los niños  y nunca dejó en ridículo a su personaje por dinero (al menos, no lo dejó en ridículo intencionadamente). No se rebajó a volver hasta que no le dieran al Warrior el status que merecía. Por eso, y por otros motivos, el Último Guerrero no volvió a luchar.

Pero el día 19 de abril de 2008 la carrera del Último Guerrero da un giro de 360º. En una empresa europea, NWE, Jim Hellwing anuncia que volverá a luchar. Después de 10 años y con casi 50 primaveras, se han dado las condiciones para que el Último Guerrero vuelva al ring. Puesto que mis recuerdos de aquella época de principios de los 90 no son del todo cristalinos, siempre tuve el sueño de verlo luchar siendo yo mayor. Teniendo plena conciencia. Ya no veré la energía de aquel loco musculoso de pelo largo, seguramente que será algo más patético, pero voy a ver luchar al ídolo de mi infancia. Lento, viejo y quien sabe si lamentable. Pero le veré luchar por última vez.

Poco o nada me importa haber comprobado con el paso del tiempo lo mal luchador que era, el mínimo repertorio de golpes que utilizaba, su poca técnica o el hecho de que fuera un personaje reclamo para los niños. Incluso diría que me da igual haberme enterado de lo egocéntrico, mal compañero e incluso mala persona que dicen que es detras del personaje. Ultimate Warriror ha dejado huella en muchos niños, y aunque parezca difícil de creer, algunos hemos aprendido cosas de este gran personaje. Cosas que nos han ayudado en nuestra vida real, lejos de las cuerdas de un ring, de una coreografía de golpes falsos y de un mundo de mentira que es la lucha libre.

Al fin y al cabo, todos somos «Guerreros» y nuestras vidas de algún modo son una batalla que hemos de ganar. Aunque nuestro peor enemigo seamos nosotros mismos.

Gracias por haber ilusionado a un niño, Ultimate Warrior.

No sé si os pasará a vosotros, pero yo tengo un especial apego y cariñoso recuerdo de casi todo lo que en mi vida ha aontecido, y por fin volveré a ser un niño de 7 años, aunque sea por un ratito.